Tijuana, BC.- La celebración de Acción de Gracias suele evocar imágenes de familias unidas, abrazos cálidos y el confort del hogar. Sin embargo, para miles de migrantes deportados que residen en Tijuana, esta festividad a menudo trae consigo una profunda nostalgia: sus seres queridos permanecen al otro lado de la frontera, en Estados Unidos. Este año, diversas organizaciones locales han decidido transformar ese dolor en un sentido de comunidad, organizando una emotiva cena que devolvió un poco del calor familiar a quienes más lo necesitan.
Para muchos deportados, el Día de Acción de Gracias tiene un significado que va más allá de la comida. Después de años, e incluso décadas, celebrando esta fecha en Estados Unidos, se convierte en un recordatorio del vínculo con sus seres queridos. Víctor Cortez, un migrante deportado, compartió su vulnerabilidad:
“Ayer me preguntaba dónde iba a comer el pavo, considerando los muchos años que estuve con mi familia en San Diego. Pero hoy me han invitado aquí.”
Su testimonio encapsula la incertidumbre y gratitud que envuelven a aquellos que, tras su deportación, han tenido que reevaluar sus vidas lejos de sus raíces afectivas.
Consciente de esta soledad, la activista María Galleta organizó una comida que incluía pavo, puré de papas, jamón y postres. Bajo mesas decoradas con manteles sencillos y con voluntarios sirviendo platos y sonrisas, los asistentes encontraron un refugio emocional.
“Ellos recuerdan su estancia en Estados Unidos; esta es una celebración que se hace en familia,” explicó María, enfatizando el valor simbólico de compartir una mesa.
Lo que comenzó como un esfuerzo solidario se transformó en un abrazo colectivo. A pesar de ser una tradición estadounidense, la celebración se “mexicanizó” gracias a la participación de Esther de Comidas Calientes, quien trajo tamales para añadir un toque de sabor y calidez a la mesa.
Detrás de cada plato servido había manos dispuestas a donar su tiempo y corazón. Uno de los voluntarios, Roy, decidió usar su día de descanso para participar en esta noble causa:
“Es un día de vacaciones y yo quería estar aquí.”
Este espíritu solidario permitió que varios albergues se reunieran para compartir la cena, creando un ambiente donde los desconocidos se convirtieron en compañeros de historia y resistencia.
La Casa de Veteranos Deportados también estuvo presente, entregando pavos a exmilitares para que los preparasen en casa. Para muchos, cocinar significa mantener viva la memoria.
El director de la casa, Héctor Barajas, lo expresó con claridad:
“Desafortunadamente, algunos no tienen a sus familias; no están con sus papás porque no pueden cruzar. Les estamos dando un sabor de casa, un recuerdo de lo que celebraban allá.”
Ese “sabor de casa” fue quizás el presente más valioso de la jornada. Aunque no pudieron reunirse con sus familias que aún están cruzando la frontera, quienes compartieron la experiencia de la deportación formaron una comunidad, convirtiéndose en familia entre ellos.
Esta idea de hogar —construido no a partir de la sangre sino de la experiencia compartida— fue el núcleo de este encuentro. La iniciativa surgió del trabajo constante de organizaciones binacionales que apoyan a migrantes que regresan con poco más que un papel de deportación y la esperanza de reiniciar su vida. Para ellos, esta cena representó un respiro emocional y un recordatorio de que, a pesar de las fronteras, la solidaridad tiene el poder de reconstruir.
Original source: Noticias San Diego
By Claudia Orozco
27 Nov, 2025





